Del 11-M al 15-A
03/05/2013   Lecturas: 9.896

Catilina

Hay una separación de casi 5500 kilómetros en el espacio –entre Madrid y Boston- y casi una década en el tiempo. Pero, sobre todo, una distancia insalvable en la actitud de las élites –más que de los pueblos- ante actos de una inhumanidad semejante. Con todo, las consecuencias del atentado en Madrid fueron mucho más graves que las de Boston.

La reacción del pueblo madrileño durante las horas posteriores a los atentados fue de un civismo sin tacha. Hubieron de transcurrir 48 horas para que el aprovechamiento y la manipulación del terror por una izquierda infame, cerda y guerracivilista transformara el espanto inicial en ira canalizada hacia las sedes en múltiples localidades del partido gobernante.

El orbe podía seguir minuto a minuto, a través de los medios de comunicación, los avances policiales que con una rapidez sorprendente daban en Boston con los autores de la masacre, mediante una investigación de una eficacia que nos avergüenza a quienes en España vivimos la de aquí.

Las autoridades de Boston aislaban el área del atentado para preservar cualquier rastro que aportara una pista. Cualquier agente disponible interrogaba testigos; rastreaba cada centímetro del área del atentado; buscaba pistas en los focos de las explosiones; analizaba cada vídeo existente…; ni las azoteas de los edificios se libraban del rastreo… Y esta labor minuciosa e inmediata dio pronto sus frutos, encontrándose numerosos restos de los artefactos explosivos que permitían establecer su composición y forma. Después vino el paciente trabajo de analizar vídeos y filtrar testimonios que confirmasen el acto terrorista. Así hasta descubrir entre la multitud las primeras imágenes de los sospechosos, exponerlas en los medios audiovisuales y pedir la colaboración popular, que llevaría a la policía hasta los terroristas.

Un proceso ejemplar por su profesionalidad y una minuciosidad y precisión científicas, que partiendo de los restos de la explosión llevaron de manera indefectible hasta sus autores.

Frente a este proceder, aquel 11 de Marzo en Madrid todo era urgencia por desmontar las escenas de las matanzas. Los trenes se retiraban de las vías ese mismo día y días después eran desmontados y achatarrados. Como si se quisieran hacer desaparecer de manera inmediata del escrutinio experto. Innumerables efectos personales de las víctimas eran incinerados evitando, la posibilidad de que sus familias los recobraran o alguien los estudiase. Las pistas tomadas en los focos de las explosiones se desvanecían. Cuando se realizaron, se destruyeron las actas de recogida de los restos. Jamás se adjuntaron al sumario, ni se envió resto alguno a la Policía Científica para su análisis, salvo de polvo de extintor.

En diez focos de explosión la policía española no fue capaz de encontrar un resto de explosivo identificable, ni de los detonadores, ni de donde se llevaban las bombas, ni de metralla… Todo desapareció. Algunos creen que eliminados deliberadamente y a conciencia. Solamente la célebre mochila de Vallecas, que aparecía de forma inexplicada 18 horas después en una comisaría con un dispositivo que no había explotado, servía de prueba para construir la versión de El País –y la oficial- sobre lo sucedido.

Si informaron del empleo de Goma 2-ECO como explosivo, fue porque se encontró en la mochila, no en el entorno de las explosiones. Se dio por sentado que la mochila era un caso más –sin activar- de una serie que habría servido para reventar los trenes cargados de trabajadores. De no ser así, aquellos días se produjo una masiva y total destrucción de las pruebas y su sustitución por una prueba incierta. Pero ¿por qué se habría hecho una cosa así?

“En Boston –analiza Luis del Pino, investigador infatigable del 11M- las dos bombas incorporaban metralla, y esa metralla terrorista aparece con profusión tanto en los cuerpos de las víctimas… En Madrid, quien fabricó a toda prisa la mochila de Vallecas durante el 11-M cometió el error de incluir en ella clavos y tornillos como metralla… (pero) en ninguna de las víctimas… apareció metralla…, las bombas de los trenes no llevaban metralla ninguna”.

“Cuando uno investiga de verdad un atentado,.., de las pruebas recogidas…, llega a los culpables reales. –añade- Cuando uno sustituye las pruebas reales…, es para elegir como culpable a cualquier cabeza de turco…”. “Quedaría clara –concluye Luis del Pino- cuál es la diferencia entre investigar un atentado, que es lo que se ha hecho en Boston, y engañar a todo un pueblo, que es lo que se hizo en Madrid”.