El Ebro se desborda
13/04/2007   Lecturas: 8.288

Catilina

La cuestión ahora es si afectará a los núcleos urbanos o no.

El Ebro se desborda porque llevamos unas jornadas de lluvias continuas (que tampoco es que hayan sido catastróficas) y porque gobiernan los ineptos socialistas; esos cuya inutilidad es únicamente proporcional a su palabrería y su facundia.

Los socialistas cargan sobre las espaldas de la población toda su demagogia y su incapacidad para hacer nada que no sea oposición de la oposición. ¿Qué llueve? Ha sido el PP. Pero con demagogia no se restituyen las cosechas perdidas, los bienes destruidos, los esfuerzos malogrados.

Uno de los frentes más delirantes en que se colocó y se ha mantenido la izquierda reaccionaria española -la izquierda laica de Polanco- ha sido el reparto del agua entre regiones más favorecidas y menos. Ahora, con el agua que se va a ir al mar después de dañar decenas de poblaciones, la cuenca de Murcia hubiera sobrevivido tres años, ¿Solidaridad para qué si nosotrooos somos socialiiiistas? España lleva desde la Segunda República intentando hacer un reparto equilibrado del agua de la Península. Por fin, el gobierno de Aznar parecía culminar un proceso al que no habían sido ajenos los anteriores gobiernos de Felipe González.

Pero llegó la reacción y el tercermundismo en forma de sonrisa forzada. Llegó el socialismo polanquista (o polanquismo socialista, aún no sabemos quién manda en quién) a contarnos que construyendo cuatro desaladoras todo se arreglaba. Era el mecanismo de Abundio y su lógica se dirigía a los abundios que aún votan al partido socialista. La cosa consiste en dejar que el agua dulce del Ebro se derrame al mar y se convierta en agua salada para, después, extraer agua salada del mar y, con un gasto espeluznante de energía, convertirla en agua dulce de escasa calidad. La patente -ya digo- es del PSOE, una de las formaciones hoy más reaccionarias del Mundo.

Solamente había un punto débil en todo este proceso: los tuercebotas socialistas debían construir cuatro plantas desaladoras en el Mediterráneo (casualmente, las que ya contemplaba el Plan Hidrológico del gobierno Aznar) y, como ya es conocida su capacidad para no hacer nada, pues eso es lo que han hecho: NADA. Claro, que aún cabe que nos cambien cuatro desaladoras por cuatro insultos del hombre de la mente en Blanco.

Uno de los mayores hablaores profesionales de la nación, el comunista Llamazares, declaraba hace poco que los ríos no son tuberías. Viniendo de la verbosidad de este palabrón pucherero cabía esperar lo contrario. Y así es: si a algo se parecen los ríos es a tuberías, tuberías naturales que canalizan el agua según las leyes de la Mecánica de fluidos, para distribuirla y repartirla por las diversas zonas de la geografía con la mayor precisión posible. Es como el sistema de arterias y venas de un cuerpo humano; el sistema de riego más lógico que pueda diseñarse, pura ingeniería natural. Y esto, en una mente como la de Llamazares, no le cabe.

Pero en una época en que nadie discute el empleo de la cirugía para que un cuerpo humano pueda favorecerse de un bypass, de un injerto de piel o carne de una zona a otra del cuerpo o, incluso, un trasplante de corazón de un cuerpo a otro, nos encontramos a la izquierda reaccionaria clamando contra la posibilidad de la corrección de los cauces de agua, para que una parte de una nación no muera de sequía, aprovechando lo que a otras le sobra.

California acometió hace unas décadas una redistribución de agua del norte hacia el sur que, al fin, ha sido un milagro para el estado y ha contribuido a situarla a la cabeza de los Estados Unidos.

En España estuvimos a punto de acometer con valentía una acción semejante, pero -de la mano del terrorismo- llegaron los ineptos socialistas cargados de demagogia y ahora recogemos su cosecha: sequía por un lado, e inundaciones por otro.