Veinte años no es nada
02/02/2006   Lecturas: 10.098

Catilina

Aquellos que estuvimos en el histórico cierre de campaña en la campa de Geológicas, en la Ciudad Universitaria de Madrid, los que alzamos con nuestros votos al gobierno al partido socialista comandado por Felipe González y Alfonso Guerra, no podíamos dejar de estar entusiasmados ante sus primeras medidas desde el poder. Por el cambio, nos habían prometido en campaña y, desde luego, algunas decisiones suponían un giro radical respecto a lo que estábamos acostumbrados.

Un día, no sé cuando exactamente, Felipe González anunció una decisión ya histórica que sorprendió a toda la nación. Constituía un cambio de rumbo absoluto respecto de la diplomacia de los últimos gobiernos franquistas y primeros de la democracia: abrir sin concesiones la verja, la frontera entre Gibraltar -la colonia inglesa en España- y La Línea de la Concepción, ciudad española inmediata a ella.

Está claro que la medida fue criticada por gran parte de la prensa de entonces como una medida improvisada y gratuita que nos traería consecuencias negativas a futuro y ninguna positiva. Y huelga decir que a quienes estábamos entonces satisfechos con el triunfo socialista nos parecía palabrería reaccionaria de carcas contrarios a que las cosas cambien: nos equivocábamos profundamente pero nuestro entusiasmo juvenil nos impedía verlo.

Todo cambio es positivo, es una de las mayores majaderías –ahora lo sé con certeza- que he escuchado decir a uno de los políticos más demagogos y rudimentarios que he conocido, el actual presidente socialista, Rodríguez Zapatero. Debe ser por eso mismo que no ha dudado en destruir la armadura constitucional de España, a través del nuevo Estatuto para Autonomía de Cataluña, el estatuto Zapatero-Maragall-Polanco, que no pedía más que un 2% de su población. Aquello que se construyó con el acuerdo de casi el cien por cien de los españoles, se echa abajo contra la voluntad de la una gran mayoría porque a la extrema izquierda independentista, nacionalistas y socialistas les peta.

Un periodista majadero, que casi equivale a decir un periodista español cualquiera, pedía el otro día que cesara la crispación (la misma palabra denuncia la procedencia ideológica) porque se había llegado a un acuerdo entre socialistas y nacionalistas (excluyendo a la ultraizquierda independentista) y no había pasado nada. Nuestros periodistas apesebrados en los partidos políticos son asina.

Por supuesto que ahora no sentiremos los efectos del estatuto anticonstitucional (en este sentido se pronunciaba esta mañana el Consejo General del Poder Judicial de la nación española). La herida que el PSOE le está infiriendo a España hoy, será, a buen seguro, incurable en cuatro lustros, quizás menos. El tiempo histórico no se realiza de hoy para mañana.

Hace más de veinte años el PSOE, unilateralmente, convirtió a Gibraltar en lo que es hoy: uno de los mayores paraísos fiscales del Mundo, un lavadero de dinero del narcotráfico de escala planetaria, un grupo de gente que ha pasado a tener uno de los mejores niveles de vida del orbe gracias al delito internacional. Y dentro de veinte años veremos la labor de zapa y demolición de España, que el PSOE -legitimado a través de un crimen multitudinario, cuyos autores jamás investigará- ha emprendido en esta legislatura. Y hoy, como entonces, vivimos los inicios del desastre de mañana. Pero con menos entusiasmo.

Por si cabe alguna duda, es cuando el PSOE ha tomado el mando de la Generalidad, cuando en Cataluña se persigue y multa a los comerciantes que no anuncien en catalán sus servicios, cuando se vigila a los médicos para obligarles a que redacten los historiales en catalán, y cuando se han puesto en las escuelas celadores represores que prohíban a los niños que hablen en español. Y por si algún medio les critica, han creado un organismo soviético de policía periodística.