El asesino de Couso
02/06/2007   Lecturas: 9.308

Publio

En el diario de mediodía televisado hace tres días, su presentador, Hilario Pino, ante las cámaras de Telecinco (por el culo te la hinco), daba la noticia de que el juez Pedraz (uno más de los muchos; uno más uno, uno más; y más de lo mismo) había decidido procesar a los tres militares americanos que asesinaron en 2003, en la segunda parte de la Guerra de Irak, a su compañero, el fotógrafo José Couso. Las palabras en cursivas son de Hilario Pino.

La cara de satisfacción de Hilario Pino delataba que en la cadena la mentira continúa y, si es así, necesariamente es que se piensa -entre Pantojas y Bárbarasreyes- que a esta arana aún se le puede sacar algún rédito. No estoy muy seguro de que vaya a ser así.

Justamente ese mismo día, escuchaba en una radio que, por primera vez en treinta años, el diario portavoz oficial del partido socialista, el periódico El País, había perdido el liderazgo de la prensa escrita española frente al diario El Mundo. Y es que parece llegado el momento en que la trola, patraña, la bola periodística, la distorsión y la ocultación se paguen también aquí, en España.

Como ya peino alguna cana, he vivido la transición española en la plenitud de mi vida y he llegado a asombrarme de no pocos sucesos que antes no pudiera imaginar y que, con el tiempo, me convenzo de que sus raíces se hunden en el franquismo. Así viví, y aún recuerdo bien, el primer caso de corrupción del PSOE en el poder. Tenía que ver con la recogida de basuras en Madrid y, al denunciarlo Alonso Puerta, concejal del partido, fue inmediatamente expulsado. El papelón del entonces alcalde de Madrid, Enrique Tierno Galván, fue para llorar y solo pudo ser comprendido cuando, años después, el periodista César Alonso de los Ríos publicó una biografía del alcalde realmente dura pero clarificadora. Entonces, en la calle me hartaba de escuchar un ... los otros también robaban. Hoy veo que este es el pensamiento tipo con el que los que se dicen de izquierda justificaban las tropelías de cualquier orden de los suyos, de la prevaricación al crimen de Estado. Esta es la clave para comprender a nuestra izquierda. Una izquierda enormemente benévola consigo misma.

Al entrar las tropas aliadas en Bagdad -a finales de 2003- desde un tanque norteamericano atisban una figura lejana, agazapada tras un balcón en un piso alto de un hotel de la capital iraquí. El tanguista interpreta que están a punto de ser atacados por un francotirador baazista -muy habitual esos días- y ordena al artillero que abra fuego sobre él, causando la muerte del fotógrafo español que intentaba obtener una valiosa fotografía de aquel instante. En todo momento los servicios sanitarios americanos auxilian a Couso hasta su inevitable deceso. Las heridas son muy graves.

Inmediatamente, ya en España, la cadena televisiva organiza múltiples programas para denunciar el asesinato de nuestro compañero Couso. Una gran mentira dirigida a desestabilizar al gobierno de Aznar a mayor gloria de Berlusconi, dueño de la cadena y sicario adelantado de la banda de Bettino Craxi, entonces y siempre capo mafioso de los socialistas italianos. La gran mentira empieza porque Couso no es compañero de Telecinco, jamás estuvo en su plantilla, es un fotógrafo independiente pagado por la cadena, que instrumentaliza su muerte para crear agitación política. Por eso, Telecinco jamás informó de que el día anterior, ante la inminente entrada del ejército aliado y para evitar males mayores, desde el Gobierno se ofreció al director de sus Informativos, Juan Pedro Valentín, la evacuación inmediata de sus corresponsales junto con los de otros medios en un helicóptero puesto a disposición por el ejército americano. Pero el director de los Informativos de Telecinco rechazó el ofrecimiento porque los de El País se quedaban y Telecinco no deseaba ser menos.

¿Informó Valentín a Couso de la posibilidad de ser evacuado? ¿Le dio la posibilidad de elegir? Porque, si no lo hizo, Valentín es el responsable de su muerte. Así que ahora, con la cabeza fría y más conocimento, la pregunta pertinente es ¿Podemos considerar que Valentín -y subsidiariamente Telecinco- asesinó a Couso y montó luego en sus informativos la gran mentira televisada para quitarse la responsabilidad de encima? Solo Couso y Valentín tienen la repuesta a esta pregunta; el muerto no puede contestar y el vivo no creo que dijera la verdad.

Cuestiones así cabrían muchas si no fuera porque hoy ya no hacen al caso. Porque Couso estaba haciendo el trabajo que le gustaba, y el artillero del tanque el que le ordenaban. El artillero americano asesina a Couso no menos que Couso se suicida al colocarse en una posición tan crítica en un momento así. Tan responsable es el tanquista por malinterpretar un objetivo, como Couso al colocarse como objetivo en una postura que amenazaba al blindado (de hecho, le está apuntando con una cámara que podía ser interpretada como la mira óptica de un lanzacohetes). En pleno campo de batalla, Couso y el artillero entienden erróneamente la realidad y fatalmente se convierten, sin pretenderlo, en los dos polos de una situación hostil y trágica.

Mientras, en Madrid, Juan Pedro Valentín y quién sabe cuántos más directivos de Telecinco, abandonan en aquella situación a Couso porque no quieren ser menos que los de El País ¿Quién asesina realmente a Couso? Juzgue usted mismo.