Añoralgias
10/05/2007   Lecturas: 8.757

Publio

Permítanme Les Luthiers –esos genios argentinos- que tome prestado por un momento el palabro con que bautizaran la canción que cantaron a medias con Los Chalchaleros.

Aquí no vamos a hablar de originalidad ni de creatividad, sino de lo contrario: una mezcla de añoranza y nostalgia, de recuerdo pegajoso, tristeza por el pasado perdido, Franco. Hablaremos –ya lo habrás anticipado, lector- del partido socialista, el partido del neofranquismo sociológico por excelencia.

Y es que ya tenemos encima en España la campaña para las elecciones municipales y autonómicas, y los candidatos se ponen sus mejores disfraces. Y, a mí, en esta precampaña, me ha llamado especialmente la atención el candidato socialista. Dirán ustedes que siempre ando con lo mismo pero, en este caso especialmente, no puedo evitarlo. Sobre todo cuando escucho ciertas ocurrencias que me hacen abrir los ojos como platos.

Si la anterior candidata socialista –la indigente intelectual (Carlos Dávila) Trinidad Jiménez- nos dejó estupefactos hace cuatro años cuando propuso ¡poner semáforos en la M-30!, vía de circunvalación fundamental para desatascar el centro de Madrid del tráfico rodado, el candidato actual ni siquiera ha podido llegar a tanto. Huelga decir que a la anterior candidata –que se quedó en concejal- ya ni se la oye, debió ascenderla Zapatero de una patada al cargo de Secretaria de Política Internacional en el Ministerio de Exteriores, a sabiendas de que, dada su preparación, no destacaría del ministro, ni éste de ella. Así que ahí andan los dos, confundidos con el paisaje. El uno abrazando a Fidel Castro y la otra dando trucos de belleza en la web, como experta en relaciones internacionales. Por favor, no se rían, es que nuestros socialistas son asina. Demos gracias a Dios, porque a ningún demente se le haya ocurrido poner semáforos en la M-30, aunque sí alguno hay al que se le ha ocurrido cerrar la ciudad a cinco millones de ciudadanos para que doce millares hagan como que corren. Y es que no hay nada peor que dar a un tonto de baba una pluma para que firme.

Digresiones aparte, el actual candidato del partido socialista, PSOE, para la alcaldía de Madrid es un tal Miguel Sebastián –alias Miguel Nadie o Miguel ¿Qué?, porque en Madrid no le conoce nadie-. Los méritos de este caballero para aspirar a la alcaldía de Madrid son dos: uno, que no hubo en el partido quien estuviera dispuesto a quemarse políticamente en el intento y, dos, dirigir la oficina económica del presidente Zapatero en La Moncloa, que le imponía como candidato a los socialistas madrileños, en cuya sede ni le han visto pisar.

Lo cierto es que la oficina económica de Moncloa es uno de los garitos más siniestros de Presidencia. Dirigida en inicio por Miguel Sebastián, su sucesor, David Taguas, procede como él de una empresa llamada Intermoney, supuestamente dedicada a intermediación bursátil. Empresa que ha estado manipulando acciones de Endesa para que su precio cayera en Bolsa con arreglo a las necesidades de la OPA de la Caixa através de Gas Natural. Pero hay más, mientras esto sucedía el vicepresidente de la Comisión Nacional del Mercado de Valores era Carlos Arenillas, fundador de Intermoney y marido de la ministra Cabrera, precisamente. Además, cuando Zapatero llegó en 2004 al Gobierno la empresa Intermoney adeudaba a Hacienda 2,83 millones de euros (3,75 millones de dólares o 470 millones de pesetas) cuya probabilidad de pago consideraban remota ya instalados en Moncloa. Total, es dinero de los españoles, según la ministra de (in)Cultura, dinero de nadie ¿Se referiría a Sebastián y no nos dimos cuenta de su anticipación?

Bueno, pues este es el candidato de Zapatero y, quieran o no, del PSOE para Madrid ¿Y qué ideas tiene este candidato para Madrid? De lo que diga en Vivienda ya sabemos que es mentira, porque su presidente prometió hacer 15.000 viviendas mensuales y no ha entregado ni una, y Sebastián era el director económico, así que... De lo que diga en Educación y Cultura poco podemos decir del director económico de un Gobierno que ha llevado a los estudiantes españoles al penúltimo puesto, por encima de Malta...

La propuesta más llamativa de Sebastián, es decir del don Nadie socialista, es que promete ¡volver a instalar tranvías en Madrid! Es verdad, no llega a lo de Trinidad Jiménez, pero la propuesta se las trae. En el imaginario de la izquierda reaccionaria madrileña siempre ha estado el discurso de la bicicleta (no sabemos si la bicicleta holandesa, la china o, probablemente, la cubana) pero parece que su magín se barroquiza, que necesitan más, necesitan un cacharro que amenace devorar, reducir al conductor madrileño a esquirlas metálicas si se cruza en su camino, y eso es el tranvía (Tram-way); la máquina del deseo (Un tranvía llamado alcaldía); la máquina-Estado que el conductor en desacuerdo no podrá detener (o te apartas, o te reduzco a pujos sanguinolentos con mis ruedas de acero); el monstruo metálico sobre raíles que nadie puede desviar; la planificación perfecta; la máquina de hierro del siglo XIX de donde no consiguen avanzar. De pequeño, viajé mucho en tranvía por Madrid (de Ventas a Cuatro Caminos y por la Ciudad Lineal) y, créanme, no encuentro ninguna ventaja al tranvía sobre el autobús. Aún tengo el penoso recuerdo de los tranvías rebosantes de trabajadores subidos al pescante y a punto de caer. Desde luego, para el ciudadano, lo que si sería un avance es que resucitaran el desaparecido Microbús -¿Un microbús eléctrico?-, que desapareció porque le resultaba caro a la empresa municipal frente a la mayor cabida del autobús ¿Pero el tranvía? El tranvía no es más que pura nostalgia, la nostalgia de una izquierda milenarista y desnortada que mira hacia atrás; una izquierda que, como el paradójico pájaro de Borges, vuela hacia delante con la cabeza vuelta.

Cuanto más tiempo pasa, veo en la añoralgia socialista como un impulso patológico por regresar atrás, al útero materno donde el futuro no es un problema. Y no hacia la Segunda República, como nos intentan hacer creer, sino a la etapa en la que realmente fueron felices: a la madre España de Franco, este que fue el padre de nosotros todos.